EL VAGON AMARILLO

sábado, 22 de febrero de 2014

NECRÓNICA


Coleccionaba fotos de mujeres de nadie,
de futbolistas y de boxeadores legendarios,
y de los lugares a donde ya nunca iría
Y de diosas del cine y héroes de toda demencia.
Tenía un perro negro, un bello monstruo
que miraba sin miedo los relámpagos.
Buscaba el pan a las siete en el aire mañanero.
Alguna vez soñó que sería líder o profeta
o al menos un historiador de ciudades muertas.
Pero el tiempo le dio solamente un rincón
para celebrar algunas fechas con vino y raros platos,
en las cumbres de su ánimo, siervo de una
inasible
melancolía, siempre solo y siempre sólo para sí.
Sus fotos predilectas mostraban los mil modos de
matar:
garrote, fusilamientos, decapitaciones, cámara de gas,
silla eléctrica, ahorcamientos, minuciosas
y perfectas ejecuciones del Oriente,
linchamientos,
lapidaciones, empalamientos. Y muchos más.
Al cabo de los años había alcanzado el mérito
de no ser peligroso para nadie. Eran tan menudo
que cabía en sí mismo y aun, después del golpe
mortal,
acurrucado, parecía caber en la sombra del
semáforo
sobre el asfalto tibio de la mañana.


Ernesto Santana, tomado del libro Escorpión en el mapa

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