EL VAGON AMARILLO

domingo, 4 de mayo de 2014

Tan insólita como sórdida



(Tomado de Cubaencuentro)

En su última novela, José Hugo Fernández desarrolla una trama aderezada con sangre, incesto y sordidez existencial. El resultado es una obra que posee una consistente textura literaria
Carlos Espinosa Domínguez, Misisipi | 02/05/2014 12:36 pm

 

Hasta ahora, solo conocía a José Hugo Fernández (La Habana, 1954) como periodista independiente. En el sitio digital Cubanet aparecen regularmente sus artículos. Además de que en ellos trata temas de la realidad cubana actual que la prensa oficial prefiere ignorar, sus textos tienen la virtud de estar bien escritos. Periodismo crítico e inteligente, que a esos valores suma otro importante: el placer que proporciona su amena lectura.
Recientemente he venido a descubrir que, además de esa valiosa y necesaria labor, Fernández también se dedica a la creación literaria. Ha sido a través de la novela Mujer con rosa en el pubis (Plaza Editorial, 2013, 154 páginas). De acuerdo a la breve información que aparece en la contraportada, previamente ya había dado a conocer varias obras narrativas. De todos modos, es algo que el lector de su obra más reciente de inmediato se da cuenta: se trata de un libro cuya escritura denota el buen oficio que se adquiere tras varios años de ejercicio.
“A mí que nadie me lo crea. No soy sino un testaferro. Es la historia de mi tío, el coronel Lorenzo Durán López, delineada por su mano, con inmundicias y con sangre”. Es lo que advierte al inicio de Mujer con rosa en el pubis quien la narra en primera persona. La advertencia no es gratuita, pues a medida que el lector se adentra en sus páginas va asistiendo a una trama tan insólita como sórdida. Un hombre, el coronel a quien alude el narrador, vive obsesionado por una loca pasión por la fotógrafa italiana Tina Modotti. De acuerdo a él, quien murió en un taxi en México no fue ella, sino una impostora que se apropió de su identidad. La verdadera Tina Modotti vino a vivir furtivamente en Cuba. Allí adoptó el nombre de Aurora Barrios y se hizo pasar por institutriz al servicio de la alta burguesía habanera. Así fue, cuenta el narrador, como su tío “llegó a conocer personalmente a Tina Modotti, alias Aurora Barrios, hacia mediados de la década de los 40, fecha en la que ella había empezado a peinar canas, en tanto que él apenas se adentraba en la hombría”.
También tienen vínculos con Tina Modotti varios asesinatos de mujeres ocurridos en La Habana. De acuerdo al coronel, Aurora Barrios murió asesinada en circunstancias misteriosas. Su cadáver fue hallado a fines de 1947, a orillas del río Almendares. Cuarenta años después y en ese mismo sitio, empiezan a aparecer los cuerpos sin vida de algunas mujeres. Estas además iban vestidas exactamente a como vestía Aurora Barrios por última vez: falda negra, blusa blanca, zapatos negros de trabita con tacón bajo y una chaqueta negra. El pelo lo llevaba recogido con una peineta roja en un moño redondo, en lo más alto de la cabeza.
De esa madeja argumental, de la cual solo he mencionado elementos parciales para no privar de parte de la sorpresa a futuros lectores, el anónimo narrador es algo más que un simple testigo. Está implicado en los hechos que ocurren y, lo que es peor, su implicación linda en ocasiones con la complicidad. Algo además que, como él admite con franqueza, disfruta. ¿Por qué esa insana dependencia por una historia que al mismo tiempo lo aterraba? ¿Qué le impedía liberarse y escapar de la sombra de su tío, a quien considera un personaje siniestro? ¿Por qué se conformaba con ser “un subproducto perruno” de él? La respuesta que da es: “A veces uno necesita saber que existe. Y esa es una certeza que nunca pude dispensarme yo mismo”. Muerta su madre, fue su tío quien volvió a hacerlo sentirse percibido, algo que a él le resulta indispensable para justificar su existencia.
Como se dice en la contraportada, Mujer con rosa en el pubis desarrolla una trama aderezada con sangre, incesto y sordidez existencial. Asimismo hay “un asesino en serie dominado por una obsesión que, es al mismo tiempo, amor platónico y depravada causa de revancha contra el destino”. Partir de esos ingredientes conllevaba un alto grado de riesgo, pues mal manejados podrían haber dado lugar a una obra con un nutrido arsenal de trucos. Fernández ha sabido darles un tratamiento adecuado, y se materializan en una novela que posee una consistente textura literaria.
La novela de Fernández posee una trama intrigante y mantiene una considerable dosis de tensión. En ese sentido, consigue atrapar al lector y mantenerlo interesado. Como señalé antes, lo logra sin recurrir a los recursos más truculentos y manidos en las obras de este tipo. Conviene hacer notar que a pesar de que participa de elementos del género policial (unos asesinatos, un enigma), la estructura argumental no se sostiene propiamente en una investigación que conduce al descubrimiento metódico y gradual del autor de los actos delictivos.
En lugar de eso, Fernández ha optado por dar mayor importancia a otros aspectos más importantes. Por ejemplo, las motivaciones sicológicas y las relaciones entre los personajes, lo cual hace que la trama tenga una mayor complejidad. Mujer con rosa en el pubis está narrada con profesionalismo y se beneficia además con una correcta estructura, una justeza de tono y una cuidada escritura. Todo ello, en suma, hace que sea una lectura que no dudo en recomendar.

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