(Tomado de Cubaencuentro)
En su última novela, José Hugo Fernández
desarrolla una trama aderezada con sangre, incesto y sordidez existencial. El
resultado es una obra que posee una consistente textura literaria
, Misisipi |
02/05/2014 12:36 pm
Hasta ahora, solo conocía a José Hugo Fernández (La Habana, 1954)
como periodista independiente. En el sitio digital Cubanet aparecen regularmente sus
artículos. Además de que en ellos trata temas de la realidad cubana actual que
la prensa oficial prefiere ignorar, sus textos tienen la virtud de estar bien
escritos. Periodismo crítico e inteligente, que a esos valores suma otro importante:
el placer que proporciona su amena lectura.
Recientemente he venido a descubrir que, además de esa valiosa y
necesaria labor, Fernández también se dedica a la creación literaria. Ha sido a
través de la novela Mujer con rosa en el
pubis (Plaza
Editorial, 2013, 154 páginas). De acuerdo a la breve información que aparece en
la contraportada, previamente ya había dado a conocer varias obras narrativas.
De todos modos, es algo que el lector de su obra más reciente de inmediato se
da cuenta: se trata de un libro cuya escritura denota el buen oficio que se
adquiere tras varios años de ejercicio.
“A mí que nadie me lo crea. No soy sino un testaferro. Es la
historia de mi tío, el coronel Lorenzo Durán López, delineada por su mano, con
inmundicias y con sangre”. Es lo que advierte al inicio de Mujer con rosa en el pubis quien la narra en primera persona. La
advertencia no es gratuita, pues a medida que el lector se adentra en sus
páginas va asistiendo a una trama tan insólita como sórdida. Un hombre, el
coronel a quien alude el narrador, vive obsesionado por una loca pasión por la
fotógrafa italiana Tina Modotti. De acuerdo a él, quien murió en un taxi en
México no fue ella, sino una impostora que se apropió de su identidad. La
verdadera Tina Modotti vino a vivir furtivamente en Cuba. Allí adoptó el nombre
de Aurora Barrios y se hizo pasar por institutriz al servicio de la alta
burguesía habanera. Así fue, cuenta el narrador, como su tío “llegó a conocer
personalmente a Tina Modotti, alias Aurora Barrios, hacia mediados de la década
de los 40, fecha en la que ella había empezado a peinar canas, en tanto que él
apenas se adentraba en la hombría”.
También tienen vínculos con Tina Modotti varios asesinatos de
mujeres ocurridos en La Habana. De acuerdo al coronel, Aurora Barrios murió
asesinada en circunstancias misteriosas. Su cadáver fue hallado a fines de
1947, a orillas del río Almendares. Cuarenta años después y en ese mismo sitio,
empiezan a aparecer los cuerpos sin vida de algunas mujeres. Estas además iban
vestidas exactamente a como vestía Aurora Barrios por última vez: falda negra,
blusa blanca, zapatos negros de trabita con tacón bajo y una chaqueta negra. El
pelo lo llevaba recogido con una peineta roja en un moño redondo, en lo más
alto de la cabeza.
De esa madeja argumental, de la cual solo he mencionado elementos
parciales para no privar de parte de la sorpresa a futuros lectores, el anónimo
narrador es algo más que un simple testigo. Está implicado en los hechos que
ocurren y, lo que es peor, su implicación linda en ocasiones con la
complicidad. Algo además que, como él admite con franqueza, disfruta. ¿Por qué
esa insana dependencia por una historia que al mismo tiempo lo aterraba? ¿Qué
le impedía liberarse y escapar de la sombra de su tío, a quien considera un
personaje siniestro? ¿Por qué se conformaba con ser “un subproducto perruno” de
él? La respuesta que da es: “A veces uno necesita saber que existe. Y esa es
una certeza que nunca pude dispensarme yo mismo”. Muerta su madre, fue su tío quien
volvió a hacerlo sentirse percibido, algo que a él le resulta indispensable
para justificar su existencia.
Como se dice en la contraportada, Mujer con rosa en el pubis desarrolla una trama aderezada con
sangre, incesto y sordidez existencial. Asimismo hay “un asesino en serie
dominado por una obsesión que, es al mismo tiempo, amor platónico y depravada
causa de revancha contra el destino”. Partir de esos ingredientes conllevaba un
alto grado de riesgo, pues mal manejados podrían haber dado lugar a una obra
con un nutrido arsenal de trucos. Fernández ha sabido darles un tratamiento
adecuado, y se materializan en una novela que posee una consistente textura
literaria.
La novela de Fernández posee una trama intrigante y mantiene una
considerable dosis de tensión. En ese sentido, consigue atrapar al lector y
mantenerlo interesado. Como señalé antes, lo logra sin recurrir a los recursos
más truculentos y manidos en las obras de este tipo. Conviene hacer notar que a
pesar de que participa de elementos del género policial (unos asesinatos, un
enigma), la estructura argumental no se sostiene propiamente en una
investigación que conduce al descubrimiento metódico y gradual del autor de los
actos delictivos.
En lugar de eso, Fernández ha optado por dar mayor importancia a
otros aspectos más importantes. Por ejemplo, las motivaciones sicológicas y las
relaciones entre los personajes, lo cual hace que la trama tenga una mayor
complejidad. Mujer con rosa en el
pubis está narrada
con profesionalismo y se beneficia además con una correcta estructura, una
justeza de tono y una cuidada escritura. Todo ello, en suma, hace que sea una
lectura que no dudo en recomendar.
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