—Quiero que me
reveles mi futuro —le dijo Blas al diablo.
—Podrías
asustarte.
—No, quiero
saber a dónde van mis días.
—Escucha: te
regalo esta ánfora que, como ves, ha sido bellamente modelada. Pero es muy
frágil y, a pesar de eso, debes conservarla así como está, porque sólo vivirás
mientras el ánfora se conserve intacta.
—¡Yo sólo te
he pedido que me reveles el futuro! —replicó Blas, perplejo.
El diablo
sonreía cuando dijo:
—Está dentro
del ánfora.
Ernesto
Santana, de su libro “Cuando
cruces los blancos archipiélagos”.
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