EL VAGON AMARILLO

martes, 11 de noviembre de 2014

PRIMAVERA EN PARIS



No tiene que ser forzosamente un loco. Aunque lleva varias horas sentado en el parque de La Fraternidad, bajo el abrasante sol de julio. Más bien parece un hombre extraño. Pongamos alguno de esos tipos escuálidos que gustan exponer la pellejera al tostador. Voy directo hacia él. Me siento en su mismo banco. El tipo ladea la cabeza para dispensarme una ojeada. Sonríe. Me da las buenas noches. Y de seguida, se pone a chacharear sobre el prodigio de la primavera en París, cuando nada le reconforta tanto como pasar las noches sentado aquí, dice, frente al Sena. No sé qué responderle. Elevo la mirada al copo de la ceiba, mientras el tipo calla, sin dejar de observarme de reojo, tal vez a la espera de alguna reacción. Detrás de sus últimas palabras, todo el fragor del mediodía, en este bullicioso parque habanero, ha ido quedando supeditado a un susurro, tenue, manso, como de agua que se desliza.


José Hugo Fernández, del libro “La novia del monstruo

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