No pude salvar al
mundo con el comunismo. Tampoco pude salvar a mi familia de las consecuencias
que me trajo haber querido salvar al mundo con el comunismo. Entonces me
propuse salvar al comunismo de comunistas como yo. Y fue así que he resuelto
convertirme al brahmanismo. El problema es mi peso corporal. Debido a tanto
esfuerzo fallido por salvar al mundo con el comunismo, engordé demasiado.
Descalzo y sin ropas, sobrepaso las trescientas libras. Por suerte, casi la
mitad de ese peso lo tengo concentrado en la mitad del cuerpo, a la altura del
estómago, lo cual me permite mantener el equilibrio, igual que los aviones o
los buques de carga. No puedo decir que el detalle me vendría mal para mi nuevo
estatus de brahmán. Al menos de momento, mientras tenga que lidiar con el
ascetismo que dispone Brahma para sus seguidores en este itinerario de ilusión
que es la existencia en la tierra. Aunque más tarde, llegada la hora de la
metempsicosis, mis planes pueden complicarse. Ciertamente no me explico cómo
una gran humanidad física como la mía lograría desempaquetarse sin traumas en
un ser etéreo. Una vez muerto quiero decir, durante la transmigración del alma
que corresponde por ley y por destino a los brahmanes. Según los últimos
cálculos, el cuerpo etéreo (entiéndase el alma, más otros pequeños órganos del
espíritu), pesa unos 150 gramos. Más o menos lo que debe pesar un colibrí. No
ha de ser tarea fácil para Brahma realizar semejante conversión: de más de
trescientas libras a 150 gramos. ¿Cómo se las arreglaría? ¿Y si resulta que con
lo muy ocupado que anda Brahma, decide encomendarle a otra entidad la misión de
tan complejo desglose? Pongamos que se le ocurra asignarla a sus representantes
en el infierno del Naraca. Y pongamos que éstos dispongan que para facilitar la
metempsicosis, debo bajar de peso dándome baños de vapor entre sus llamas.
Serían 500 años, según el código de Brahma, los que debo pasar como mínimo
expuesto a los hornos del Naraca. Si por lo menos esos 500 años no fueran más
que 500 años. Pero no he de perder de vista que para Brahma un solo día
representa una serie de 86400000 siglos. En fin, bien pensado, tal vez necesite
revaluar un tanto más juiciosamente el proyecto de convertirme en brahmán.
Después de todo, no me iba tan mal queriendo salvar al mundo con el comunismo.
José Hugo
Fernández, del libro “La novia del monstruo”.
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